Estuve allí

Llovía...notaba el impacto del agua en la cara.
Miraba al cielo,había ganado la apuesta otra vez.
Había vuelto a contener las lágrimas mejor que él.
Patético...ahí arriba,envolviéndolo todo,governándolo todo.
Y estaba llorando como un maldito condenado.

El dolor propio ya no importa.
Aprender a temer el dolor de los otros es un intento desesperado,triste e ilógico de reprimir los deseos auto-agresivos.
Y suele funcionar.
Pero las lineas que mis uñas,a arañazos,dibujaron sobre mi piel demuestran que hay días en los que el odio vence al miedo.

Notaba el impacto del agua en la cara.
Caía sin cesar,estampándose en el suelo.
Me recordaba a mi vida,hundiéndose y reventándose.
Lovía y me hacía daño...y dolería más con el paso del tiempo.
El cielo lloraba,pero yo no.



Llovía aquel 29 de septiembre.